viernes, 24 de julio de 2015

Excusarse para no enfrentar.


"La capacidad de estar solo es la capacidad de amar. Puede parecerte paradójico, pero no lo es. Es una verdad existencial: sólo aquellas personas que son capaces de estar solas son capaces de amar, de compartir, de ir al centro mismo de otra persona, sin poseer al otro, sin ser dependiente del otro, sin reducir al otro a una cosa y sin convertirse en adicto al otro."

Ante todo debe decirse que cualquier texto sacado de contexto sirve de pretexto para cualquier cosa.

Más allá del juego de palabras lo que la afirmación anterior nos dice es abrumadoramente cierto ya que si las palabras son excluidas de su contexto se les puede hacer decir lo que uno quiere y no lo que ellas deben decir.
La cita que nos ocupa atribuida a Osho la encontré en el muro de Facebook de un contacto lo que me incitó a hacerle algunos comentarios.

A pesar de la aclaración de que estos enunciados pueden parecer paradójicos, estoy totalmente convencido de que lo son. No se puede hacer un culto de la soledad con la excusa de que perfecciona la capacidad de amar porque esta capacidad de amar no es otra cosa que la donación de sí mismo a otro sin, por supuesto, anular la propia individualidad sino que en el hacer compartido hay una edificación de los que ejercitan el amor.

Este amor que se perfecciona en el quehacer diario, desde lo más simple e insignificante hasta los actos que podrían ser más heroicos y rimbombantes. Este amor que un canto a la libertad compartida donde las posibilidades de todo tipo se acrecientan y fructifican.
No se puede hablar de amor si aparece un atisbo de egoísmo. Distinto es cuando en la soledad se reflexiona y se entra en lo más hondo de nuestro propio ser para tomar conciencia de nosotros mismos y donde no puede excluirse la presencia del otro porque, en virtud de esa presencia, es que nos identificamos con nosotros mismos y llegamos a tener conciencia de que el mundo no es de un solo color, sino que conforma una paleta de infinidad de ellos que hacen a la vida variopinta, desafiante y vivible.
Cuando se entiende que el otro es un otro, con nombre y apellido, de carne y hueso, con las mismas debilidades y fortalezas que uno desaparece toda posibilidad de posesión, de dependencia, de cosificación del prójimo para darle lugar, el lugar que el otro tiene en el concierto de la existencia.

Por todo esto justificar algo por el contrario termina siendo contraditorio. En este caso, afirmar solamente que el que está solo es capaz de amar se convierte en la excusa perfecta para justificar lo injustificable que, en este caso, es la propia incapacidad (necedad, muchas veces) de salir de sí mismo para aventurarse a uno de los sentidos más profundos de la vida que es construir junto y con el otro un orden distinto o una vida en común.